Tenía muchas ganas de leer
este libro, El verano sin hombres
(2011), y estos días de encierro me lo han permitido. Había leído de Siri
Hustvedt: Vivir, pensar, mirar (2012)
y La mujer que mira a los hombres que miran
a las mujeres. Ensayos sobre feminismo, arte y ciencias (2017) y me di
cuenta del vasto conocimiento que tiene la autora de un amplío abanico de
disciplinas y la capacidad para unirlas en su discurso: psicoanálisis, teoría
literaria, historia del arte, neurobiología, feminismo, psicología… Aunque su primera vocación fue la poesía, logra con
sus novelas y ensayos “en los que la memoria, la ciencia, el arte y la
reivindicación de las creadoras olvidadas se dan la mano” el Premio Princesa de
Asturias de las Letras de 2019.
En esta novela, narrada casi como un diario, en el que la
protagonista se dirige continuamente a las personas que estamos leyéndola
empleando expresiones como: os daréis cuenta, diréis, a vosotros que estáis al
otro lado de la página, os diré… La autora trata el abandono de un hombre a su
mujer, después de treinta años de matrimonio, diciéndole que necesita una
“pausa” (que tiene nombre, joven y francesa). Ella queda tan destrozada que la
ingresan en un psiquiátrico y cuando sale se va a su pueblo natal donde vive su
madre. Será un verano en el que estará con ella y con las amigas que forman
parte de un club de lectura, con un grupo de chicas adolescentes a las que
enseñará poesía, con la joven vecina que tiene dos hijos, con su hija, hablará
con su psiquiatra, con su hermana, es decir, toda una amplía galería de
mujeres. Ese verano sin hombres, donde se produce la catarsis, es también una
pausa en su vida, en el que nos relata su recorrido personal, qué hacer, cómo
curarse y superar ese vacío que le ha producido la separación. En ese tiempo la
protagonista toma distancia de su vida anterior y escribe un relato sobre lo
que va sucediendo, una escritura que le ayuda a ordenar y entender lo ocurrido
y que la salva. Pero la autora no lo trata de una manera triste, ni con
sentimentalismos, es más, ella misma denomina esta novela como una comedia
feminista.
Pero lo que hace diferente a este argumento es todo lo
que además introduce Siri Hustvedt en el texto: temas relacionados con la
ciencia y la neurobiología, sobre las diferencias entre hombres y mujeres,
estudios de biología, psicología y psiquiatría…
hay poesías, cartas, correos electrónicos, dibujos…
reflexiones sobre el proceso creativo, la filosofía, la literatura, el cine... Es una escritora que tiene una gran capacidad para
unir lo intelectual, lo científico, con lo puramente narrativo, transmitiendo
vivencias cotidianas y personales, interioridades del sexo femenino, la amistad
y complicidad entre las mujeres.
Todo esto me lleva a pensar en la forma, el contenido y
la perspectiva de escribir siendo mujer. Hustvedt tiene una dificultad añadida
al ser esposa de Paul Auster y ha sabido marcar la diferencia en todo lo que
escribe. Y, por otra parte, me acuerdo de la lectura de Carmen Martín Gaite en
su ensayo Desde la ventana, en el que
trata la dualidad de los textos literarios escritos por mujeres, en los cuáles necesariamente
siguen la herencia cultural establecida, pero además tienen el afán de mostrar
sus propias voces, llegando a formular una pregunta clave ¿Pero te das cuenta
de que eso sólo podría haberlo escrito una mujer? La escritura de la escritora
Hustvedt tiene particularidades muy específicas que sin duda está marcando
nuevos caminos para los textos escritos por mujeres y para la literatura en
general.
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